La ruptura es un complicado trance que, como todo proceso, pasa por diferentes fases. Se empieza a perder ilusión, a no sentir ese cosquilleo de las primera citas o a no disfrutar de igual manera del tiempo compartido. Quien comienza a percibir esas sensaciones se va llenando a la vez de un malestar indefinido que puede desembocar en una crisis no sólo de pareja, sino también personal. Aunque siempre se tiende a pensar lo contrario, en la mayoría de los casos no sufre menos quien tiene que romper una relación que quien es dejado. ¿Los motivos?  El primero, y según la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, tiene que ver con la responsabilidad personal de cada uno y del ejercicio que se haga de ella. Cuando dejamos al otro somos conscientes de que le podemos hacer daño, sobre todo en un contexto de relación avanzada, cuando hay convivencia, se ha formado una familia o se ha creado un proyecto de vida.Y también, cómo no, por las pérdidas que se van a tener que asumir al dejar atrás a quien hemos querido.

Todo ello supone un cambio de vida que puede resultar doloroso.Pero es que, además, el camino hasta llegar a la ruptura puede afectar negativamente en “el responsable” de la misma. Lo primero que surgen son las dudas —¿por qué me pasa esto?, ¿son reales mis sentimientos o son fruto de un contexto determinado? En este punto es en el que surge la balanza de los pros y los contras, y, admite la psicóloga, los pros, lo bueno de la relación, pesa más, porque uno puede llegar a pensar que está mal no conformarse o valorar lo que se tiene.La sinceridad, tal como se trabaja en la terapia de pareja, es la herramienta para salir de ese punto muerto: “Hay que escuchar y poner nombre a las emociones que estamos teniendo, así como comprender que creencias hay detrás de las mismas, para poder entender cuáles son nuestros pensamientos, nuestros deseos y poder actuar en consecuencia, trabajando previamente los frenos o miedos que puedan estar de base”. Ser sinceros en la ruptura, continúa la experta puede provocar un dolor inicial intenso, pero puede ayudar a aceptar la situación por ambas partes, además de facilitar el mantenimiento de una relación de otro tipo en el futuro.Afrontar lo que sucede es, pues, la mejor manera de respetarse a sí mismo y también al otro. Si la ruptura, por el contrario, se ve envuelta en engaños y manipulaciones, retrasa el afrontamiento y, aunque mitiga el dolor inicial, dificulta las relaciones a medio y largo plazo.
 
7 consejos para que en la ruptura sea lo menos dolorosa
 
-Ser honestos y claros en el mensaje.
 
-Entender que la otra persona necesita tiempo para asimilar el cambio, por lo que es probable que busque explicaciones a lo sucedido. Si las hay, será saludable que las conozca. Es el primer paso para la aceptación y, en el caso de que el motivo tenga que ver con que ya no se quiere a esa persona para continuar el proyecto de vida, explicárselo, con cariño pero con firmeza.
 
-Disminuir el contacto en la medida de lo posibles hasta que ambos hayan aceptado la situación. Acordar bien los contactos tras las separación, y revisarlos para que ambos puedan aceptar y procesar la ruptura.
 
 
-Aunque tengamos dudas, tras la ruptura, no trasladarlas a la expareja, si no tenemos claro que queremos volver.
 
-Permitirnos sentir la tristeza y la pena de la ruptura y las pérdidas asociadas a la misma.
 
-No olvidar nuestro autocuidado. Siempre es positivo continuar con el ocio, las relaciones sociales y todo lo que nos produzca bienestar.
 

-El tiempo, como se suele decir, lo cura todo. Pero se le puede ayudar : a superar las secuelas de una ruptura y, si estamos seguros, a retomar la relación.